lunes, 18 de abril de 2011

De los cambios y la aceleración del tiempo....




Si vemos en una tabla de coordenadas los elementos físicos que nos rigen, la velocidad, parte de nuestra variable para la medición del tiempo, se ve cada vez mayor, ya eso lo sabemos...El tiempo pasa tan rápido que nos sentimos presionados, ansiosos, apurados, y el estrés se apodera de nuestros pensamientos y sensaciones. Mantenernos en esta frecuencia vibratoria es seguir adaptándonos, de la forma ruda en la que lo hemos venido haciendo, a una constante aceleración del día a día, de los procesos que vivimos, de la vida misma que como humanos tenemos medida. Cada día aparecen ideas para soluciones paliativas a esto, que con técnicas y productos buscan que aprendamos a tolerar más y más esta aceleración. Pero cuando los días son mas cortos y los años pasan más rápido, la vida se acaba pronto y la muerte es más amenazante...

La alternativa que observo al pensar en una solución real es el cambio de frecuencia, de una más densa a una más ligera. Del drama al zen, me gusta pensarla. En un escalón más ligero la velocidad afecta de forma diferente... Y ese cambio de frecuencia empieza por pequeñas transformaciones en la forma en la que interpretamos el mundo. Desde nuestras reacciones automáticas, comportamientos predeterminados, acciones por default; basta tener la intención de actuar de forma diferente para que empiece a ocurrir en nosotros un cambio de actitud. Cuando nos damos la tarea de detenernos a pensar y a respirar antes de reaccionar, el tiempo se detiene con nosotros, nos da la posibilidad de reflexionar y meditar. Hasta pareciera ponerse en cámara lenta. Siempre juego a como sería si el ciclo semanal abarcara 14 días en vez de 7, que se alargaran las vueltas de la rutina. Recordando que apenas logre adaptarme al ritmo de esos catorce días tendré que cambiar mis medidas de nuevo, porque la aceleración seguirá. Eso será así por un período de tiempo indefinido, hasta que una masa crítica haya hecho el cambio de frecuencia, tal vez.

Yo siento que mi universo, mi centro de gravedad cósmica, está trazando una curva un tanto cerrada en su trayectoria, y como en toda curva, la velocidad aumenta. Esa trayectoria imaginaria de la vía láctea, la veo como una bolita en el espacio danzando con otros centros cósmicos, con movimientos perfectamente incalculados entre mares y corrientes espaciales. La imagen se me repite en fractales de círculos desde nuestros protones más finos, pasando por los óvulos, la rueda, la luna, el planeta, la galaxia.... Me reconforta pensar en todos estos cambios que vivimos como esa danza cósmica, tan misteriosa, mágica y fuera de mi entendimiento que solo me queda admirarla.

Esta rapidez del tiempo viene acompañado de cambios constantes, tanto, que lo único constante es el cambio. Ya es sabido científicamente que la cantidad de cambios que vive nuestra sociedad actual ha aumentado cuánticamente en los últimos años. Es la consecuencia lógica de la aceleración cósmica que vivimos. Para ser coherentes y lograr la levedad suficiente para adaptarnos mejor a dicha situación, ese incremento de la noción de cambio también ha empezado a pasar en la forma en la que entendemos, interpretamos y construimos el mundo. Cada vez más pierde fuerza el paradigma de la búsqueda de estabilidad, la rutina se vuelve insoportable para más gente, la estructura de nuestra sociedad se ha hecho día tras día demasiado pesado como para seguir soportándolo y poder ser felices haciéndolo. El sistema sobre el cual construimos nuestras bases de vida es débil e insuficientemente flexible para atravesar este período de revolución energética. Es débil pues no soporta un cambio de condiciones psicológicas y emocionales de la colectividad. Va en contra de la búsqueda natural del bienestar y la felicidad. Ese sistema ha de romperse para construir uno nuevo basado en las reestructuraciones de pensamiento que vive la humanidad. No hay que temer al tiempo que tome construir uno nuevo, pues se tomará su tiempo redefinir unas nuevas bases y principios sociales, pero el puente entre sistemas se construye de pensamientos en expansión, de seres en crecimiento energético y ampliación de consciencias, y creo que seres así hay muchísimos en este momento.

Es importante que nuestras mentes y corazones logren un nivel tolerancia, aceptación y entendimiento con nuestro entorno que nos haga respetarlo por principio natural y no por la aplicación de una ley. En este período de transición, que por ahora asumo constante a pesar de llamarlo período, la energía universal se manifiesta con más fuerza y mayor claridad para que nos permitamos ser regidos por el fluir, por la magia, por la sincronía que existe más allá de nuestros ojos más simples. Confiar es la vía, entregarse al propio sentir, a la sabiduría interna, pues sólo al reconocer y vivir el ritmo personal podemos expresarnos en la danza universal de manera armónica y resonante.

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