En una sociedad para la que ser vegetariano es una excentricidad, un capricho y hasta un lujo he escuchado esta pregunta infinidad de veces luego de compartir que el vegetarianismo es mi estilo de vida. Gracias a las mareas cósmicas cada vez escucho menos eso y más gente se da cuenta de que los animales no son alimento, son nuestros hermanos. En estos primeros avances de la primavera espiritual se hace más frecuente y clara la información respecto a que somos lo que comemos, de lo que nos nutrimos, y con ello aumentan las posturas críticas ante la ingesta de cadáveres como fuente de energía. Existen muchas razones para elegir ser vegetariano. Van desde la propia salud, el respeto y amor a los animales, la influencia en el cambio climático, la crisis de producción alimentaria mundial, la carga energética de lo que ingerimos, entre muchas otras. Cada una de estas razones está bien fundamentada y explicada y se pueden conseguir navegando en internet.
Yo pasé muchos años siendo vegetariana por costumbre, por crianza. Así me enseñó mi mamá a alimentarme, y aunque no tuviera claras mis razones, pensar en comer carne se me hacía repulsivo, y nunca encontré razones para volverme carnívora, más que la adaptación social, y yo voy bien siendo desadaptada, así que ni lo intenté. Al pasar el tiempo empecé a buscar mis propias razones, a observar los beneficios que me traía llevar tan estrictamente este estilo de vida. Me di cuenta de varias cosas que atribuyo a la alimentación vegetariana.
Lo primero de lo que me percaté tiene que ver con ciertas emociones y reacciones automáticas, como la ira y la explosividad. Muy raramente me molesto, y prácticamente podría decir que nunca he sentido ira, hasta en algunas ocasiones tengo que forzar un poco el sentimiento para molestarme (a veces es útil jeje). Siento que en mi cuerpo no está el combustible que alimenta ese tipo de sentir. Las cargas emocionales pueden buscar otro medio de descarga, otros sentimientos se activan. La rabia deja de ser la barajita de reacción predeterminada ante las situaciones que perturban. Con todo esto planteo una obsolescencia, para mí, de ese tipo de emociones, aunque tal vez para otras personas sea aun una herramienta de drenaje, mientras no sean esclavos de su ira.
Cuando me di cuenta de ello seguí observando el fenómeno y percibí que hay una parte sumamente importante en todo esto que es la “invisibilización de las trayectorias”: Cuando comes carne ¿Quieres ver cómo llegó a tu plato? ¿Eres capaz de presenciar y recrear el largo y sangriento camino que el animal que pones frente a ti padeció para alimentarte? La respuesta es negativa en la mayoría de los casos, con excepciones culturales, claro, pero en la sociedad urbana ni siquiera quieren formularse esa pregunta. Simplemente se invisibiliza esa parte del proceso. Al vivir ese mecanismo una y otra vez, de forma cotidiana, cada vez que nos alimentamos, lo convertimos en nuestra forma de actuar, en nuestra forma de ver y de construir el mundo.
Ello trae consecuencias en muchas áreas de la vida, pues se nos va haciendo costumbre invisibilizar todo; no sabemos de dónde viene ni a dónde va todo lo que consumimos y desechamos, de paso reforzando una actitud de consumo irresponsable. Pero esto también afecta nuestra forma de relacionarnos con los demás, pues al estar acostumbrados a no poner atención en las trayectorias de lo que tenemos en frente, la empatía se vuelve una tarea que requiere un esfuerzo extra de nuestra parte. Es como si el cerebro asumiera una actitud predeterminada que dice: “no quiero saber de dónde viene eso”, cuando esa actitud se aplica al momento de relacionarnos no somos capaces de percibir qué está pasando con el prójimo, ¿de dónde vienen sus palabras, sus actitudes? Si a eso le sumamos una reacción iracunda automatizada, es la receta perfecta para los malos entendidos. Si, en cambio, disponemos nuestra atención en observar y dialogar con las “trayectorias” de todo lo que nos rodea, y muy especialmente en aquello de lo que nos nutrimos, empezamos a desarrollar actitudes mucho más empáticas y sincrónicas en la forma en la que nos relacionamos con el mundo.
Sigo permannentemente observando mi alimentación y lo que genera en mí todo lo que ingiero. Siento que el proceso que vive la humanidad en este tiempo nos llevará a formas más puras de nutrición. Ya se consigue mucha información acerca de la alimentación pránica, solar y respiratoria. Espero que no tan poco a poco los combustibles fósiles dejen de ser el motor de nuestra sociedad y dejemos de alimentarnos de muerte para vivir, que nos nutramos de la vida para continuar nuestro caminar.
kalia
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