Si vemos en
una tabla de coordenadas los elementos físicos que nos rigen, la
velocidad, parte de nuestra variable para la medición del tiempo, se
ve cada vez mayor, ya eso lo sabemos...El tiempo pasa tan rápido que
nos sentimos presionados, ansiosos, apurados, y el estrés se apodera
de nuestros pensamientos y sensaciones. Mantenernos en esta
frecuencia vibratoria es seguir adaptándonos, de la forma ruda en la
que lo hemos venido haciendo, a una constante aceleración del día a
día, de los procesos que vivimos, de la vida misma que como humanos
tenemos medida. Cada día aparecen ideas para soluciones paliativas a
esto, que con técnicas y productos buscan que aprendamos a tolerar
más y más esta aceleración. Pero cuando los días son mas cortos y
los años pasan más rápido, la vida se acaba pronto y la muerte es
más amenazante...
La alternativa
que observo al pensar en una solución real es el cambio de
frecuencia, de una más densa a una más ligera. Del drama al zen, me
gusta pensarla. En un escalón más ligero la velocidad afecta de
forma diferente... Y ese cambio de frecuencia empieza por pequeñas
transformaciones en la forma en la que interpretamos el mundo. Desde
nuestras reacciones automáticas, comportamientos predeterminados,
acciones por default; basta tener la intención de actuar de forma
diferente para que empiece a ocurrir en nosotros un cambio de
actitud. Cuando nos damos la tarea de detenernos a pensar y a
respirar antes de reaccionar, el tiempo se detiene con nosotros, nos
da la posibilidad de reflexionar y meditar. Hasta pareciera ponerse
en cámara lenta. Siempre juego a como sería si el ciclo semanal
abarcara 14 días en vez de 7, que se alargaran las vueltas de la
rutina. Recordando que apenas logre adaptarme al ritmo de esos
catorce días tendré que cambiar mis medidas de nuevo, porque la
aceleración seguirá. Eso será así por un período de tiempo
indefinido, hasta que una masa crítica haya hecho el cambio de
frecuencia, tal vez.
Yo siento que
mi universo, mi centro de gravedad cósmica, está trazando una curva
un tanto cerrada en su trayectoria, y como en toda curva, la
velocidad aumenta. Esa trayectoria imaginaria de la vía láctea, la
veo como una bolita en el espacio danzando con otros centros
cósmicos, con movimientos perfectamente incalculados entre mares y
corrientes espaciales. La imagen se me repite en fractales de
círculos desde nuestros protones más finos, pasando por los óvulos,
la rueda, la luna, el planeta, la galaxia.... Me reconforta
pensar en todos estos cambios que vivimos como esa danza cósmica,
tan misteriosa, mágica y fuera de mi entendimiento que solo me queda
admirarla.
Esta rapidez del tiempo viene acompañado de cambios constantes, tanto, que lo único constante es el cambio. Ya es sabido científicamente que la cantidad de cambios que vive nuestra sociedad actual ha aumentado cuánticamente en los últimos años. Es la consecuencia lógica de la aceleración cósmica que vivimos. Para ser coherentes y lograr la levedad suficiente para adaptarnos mejor a dicha situación, ese incremento de la noción de cambio también ha empezado a pasar en la forma en la que entendemos, interpretamos y construimos el mundo. Cada vez más pierde fuerza el paradigma de la búsqueda de estabilidad, la rutina se vuelve insoportable para más gente, la estructura de nuestra sociedad se ha hecho día tras día demasiado pesado como para seguir soportándolo y poder ser felices haciéndolo. El sistema sobre el cual construimos nuestras bases de vida es débil e insuficientemente flexible para atravesar este período de revolución energética. Es débil pues no soporta un cambio de condiciones psicológicas y emocionales de la colectividad. Va en contra de la búsqueda natural del bienestar y la felicidad. Ese sistema ha de romperse para construir uno nuevo basado en las reestructuraciones de pensamiento que vive la humanidad. No hay que temer al tiempo que tome construir uno nuevo, pues se tomará su tiempo redefinir unas nuevas bases y principios sociales, pero el puente entre sistemas se construye de pensamientos en expansión, de seres en crecimiento energético y ampliación de consciencias, y creo que seres así hay muchísimos en este momento.
Es importante que nuestras mentes y corazones logren un nivel tolerancia, aceptación y entendimiento con nuestro entorno que nos haga respetarlo por principio natural y no por la aplicación de una ley. En este período de transición, que por ahora asumo constante a pesar de llamarlo período, la energía universal se manifiesta con más fuerza y mayor claridad para que nos permitamos ser regidos por el fluir, por la magia, por la sincronía que existe más allá de nuestros ojos más simples. Confiar es la vía, entregarse al propio sentir, a la sabiduría interna, pues sólo al reconocer y vivir el ritmo personal podemos expresarnos en la danza universal de manera armónica y resonante.
Esta rapidez del tiempo viene acompañado de cambios constantes, tanto, que lo único constante es el cambio. Ya es sabido científicamente que la cantidad de cambios que vive nuestra sociedad actual ha aumentado cuánticamente en los últimos años. Es la consecuencia lógica de la aceleración cósmica que vivimos. Para ser coherentes y lograr la levedad suficiente para adaptarnos mejor a dicha situación, ese incremento de la noción de cambio también ha empezado a pasar en la forma en la que entendemos, interpretamos y construimos el mundo. Cada vez más pierde fuerza el paradigma de la búsqueda de estabilidad, la rutina se vuelve insoportable para más gente, la estructura de nuestra sociedad se ha hecho día tras día demasiado pesado como para seguir soportándolo y poder ser felices haciéndolo. El sistema sobre el cual construimos nuestras bases de vida es débil e insuficientemente flexible para atravesar este período de revolución energética. Es débil pues no soporta un cambio de condiciones psicológicas y emocionales de la colectividad. Va en contra de la búsqueda natural del bienestar y la felicidad. Ese sistema ha de romperse para construir uno nuevo basado en las reestructuraciones de pensamiento que vive la humanidad. No hay que temer al tiempo que tome construir uno nuevo, pues se tomará su tiempo redefinir unas nuevas bases y principios sociales, pero el puente entre sistemas se construye de pensamientos en expansión, de seres en crecimiento energético y ampliación de consciencias, y creo que seres así hay muchísimos en este momento.
Es importante que nuestras mentes y corazones logren un nivel tolerancia, aceptación y entendimiento con nuestro entorno que nos haga respetarlo por principio natural y no por la aplicación de una ley. En este período de transición, que por ahora asumo constante a pesar de llamarlo período, la energía universal se manifiesta con más fuerza y mayor claridad para que nos permitamos ser regidos por el fluir, por la magia, por la sincronía que existe más allá de nuestros ojos más simples. Confiar es la vía, entregarse al propio sentir, a la sabiduría interna, pues sólo al reconocer y vivir el ritmo personal podemos expresarnos en la danza universal de manera armónica y resonante.