Últimamente, después de haber visto por octava vez The Secret of Kells, me he estado preguntando sobre ese transformar la oscuridad en luz, de que se trata.
Entre los pensamientos que arriban a mi cabeza observo primero de manera muy abstracta como un árbol ha de alimentarse en lo más oscuro de sí, penetrando con sus raíces la tierra, para expandir sus ramas a la luz, para echar hojas, florear, dar frutos, y me digo, así tiene que ser para nosotros también. Pero cómo traduzco la realidad del árbol a la mía, cual es mi oscura tierra que nutre mi búsqueda de luz. Tal vez se trata de permitirse las oscuridades, las intensidades, aprender a vivirlas, sentirlas, saborearlas, para luego hacerse más grandes que ellas.
Cada vez que nos enfrentamos a una parte oscura de nosotros mismos tenemos la oportunidad de crecer. Me refiero con oscuridad a esas áreas que no hemos conocido, que no nos gustan, que nos gustan pero no entendemos y por ende juzgamos, que nos atan a realidades que percibimos nos dañan, o que dañan a otros, que nos controlan… oscuridades hay tantas… de tantas formas. En la medida en la que nos permitimos observar esas áreas, dejarlas asomarse, con actitud meditativa y reflexiva, dejan de ser tan oscuras, pues la observación real es iluminación. Al aceptar, entender, respetar, admirar nuestras oscuridades, las llenamos de luz.
Sé que suena más fácil de lo que es, pero ese es el rezo, el propósito. Tomar cada rabia, dolor, deseo oscuro, vicio, miedo, como alimento, como nutriente de un impulso que nos acerque al Inti Sol con más fuerza. Una “oscuridad” nace de un espacio interno que tenemos limitado, lleno de barreras, de paredes, de paradigmas, y para crecer hay que derrumbar esas paredes, dejar caer los paradigmas. Yo intento romper mis paradigmas cuando me doy cuenta que un pensamiento que me hace sentir mal en alguna forma se vuelve recurrente. Empiezo a preguntarme si hay alguna otra forma de ver lo que sea que estoy viendo de manera que no me produzca malestar, ansiedad, miedo, rabia, etc. Voy desde intentar descifrar el tren de pensamientos de los demás, si es que hay otras personas involucradas en mis oscuridades, para tener otros puntos de vista y de entendimiento, hasta decirme a mí misma con determinación ¡basta! y buscar otras interpretaciones en mi misma de la situación. Se puede volver un juego eso de ver las cosas desde diferentes ángulos, como si fueras diferentes personas.
Muchas veces uno se ofusca en una interpretación de las cosas, simplemente por capricho, por rigidez, porque esa es MI forma de ver las cosas y punto. Así no se llega muy lejos en la vida. Nuestro YO no tiene porque ser tan pequeño, ¿porqué pensar de una sola forma? ¿Porqué ser de una sola forma? Y con esto no busco promover personalidades múltiples, sino personalidades amplias. Un ser amplio, o en búsqueda de la amplitud, es capaz de observarse a sí mismo traspasando las barreras que su propia mente ha impuesto a su mundo. Quitar barreras mentales es limpiar nuestro espacio espiritual de los objetos que hacen sombra ante la luz de nuestro centro en expansión, al quitar la barrera desaparece la sombra.
Algo que he aprendido hasta ahora es que siempre hay un jardín de flores más arriba desde donde ver las cosas. Cada vez que queramos ver las situaciones de una forma más amplia, más tolerante, más madura, más armónica, lo podemos hacer, sólo hace falta renunciar al ego. Nuestro ego suele ser un muy buen constructor de paredes en nuestro ser si dejamos que se tome muy en serio la realidad que observa. Toda ira, miedo, obstáculo u obscuridad nace del ego, son aditivos que hemos puesto alrededor de nuestro centro, y está en nosotros el poder dejarlos ir, dejarlos morir, pues son energías que nos atan, mientras la luz sigue su camino. La vida es una ola que revienta con espuma de luz y al liberarnos de las ataduras podemos surfearla...